jueves, 1 de mayo de 2014

HABACUC. CAPÍTULO 3.



3 1Intercesién del profeta Habacuc
por delitos inadvertidos.
2iSeñor, he oído tu fama;
Señor, he visto tu acción!
En medio de los años realízala,
en medio de los años manifiéstala,
en la ira acuérdate de la compasión.
3EI Señor viene de Temán,
el Santo del Monte Farán;
su resplandor eclipsa el cielo
y la tierra se llena de sus alabanzas;
4su brillo es como el sol;
su mano destella velando su poder.
5 Ante él marcha la Peste,
la Fiebre sigue sus pasos.
6Se detiene y tiembla la tierra, lanza una mirada
y dispersa a las naciones;
se derrumban las viejas montañas, se pros teman
los collados primordiales,
los órbitas primordiales, ante él.
7 Agobiadas veo las tiendas de Cusán,
sacudidas las lonas de Madián.
8¿Es que arde, Señor, contra los ríos,
contra los ríos tu cólera, contra el mar tu furor,
cuando montas tus caballos, tu carro victorioso?
9Desnudas y alertas tu arco,
cargas de flechas tu aljaba.
Hiendes con torrentes el suelo
10y al verte tiemblan las montañas;
pasa una tromba de agua, el océano fragoroso
levanta sus brazos a lo alto.
11 Sol y Luna se detienen en su morada
a la luz de tus flechas que cruzan,
al brillo del relámpago de tu lanza.
12Caminas airado por la tierra,
pisoteas furioso a los pueblos,
13sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido:
destrozas el techo de la casa del malvado,
desnudas sus cimientos hasta la roca.
14Con sus dardos atraviesas al capitán
y sus tropas se dispersan en torbellino
cuando triunfantes iban a devorar
una víctima a escondidas.
15Pisas el mar con tus caballos
y hierve la inmensidad de las aguas.
16Lo escuché y temblaron mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios,
me entró un escalofrío por los huesos
y me temblaban las piernas al andar.
Gimo por el día de angustia
que se echa sobre el pueblo que nos oprime.
17 Aunque la higuera no echa yemas
y las cepas no dan fruto,
aunque el olivo se niega a su tarea
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo;
18yo festejaré al Señor
gozando con mi Dios salvador:
19el Señor es mi fuerza,
me da piernas de gacela,
me encamina por las alturas.
(Al director del coro: con cítaras). 

Explicación.

3,1-19 El que nosotros llamaríamos himno lleva un título y un colofón que se refieren al uso litúrgico y parecen notas posteriores. Se titula "súplica" o intercesión. Sobre "inadvertencias" y su tratamiento, véanse Lv 4,2; 5,15; Nm 15. El colofón añade una instrucción musical. 

El canto describe al Señor como guerrero de proporciones cósmicas. La naturaleza entera siente su presencia o está a su servicio": cielo y tierra, montes y colinas, ríos y mares, aguas y océano, sol y luna. Su "salida" es para salvar a su pueblo de los agresores paganos. El Señor guerrero dispone de caballos y carros, arco y saetas, flechas y lanza. No sale a luchar contra el océano, como antaño (creación y paso del Mar Rojo), sino contra el malvado, su casa y sus huestes. Se pone en marcha en el sur, Temán y Farán, a su paso deja temblando a los campamentos beduinos de Cusán y Madián, llena el escenario cósmico. Se apresura contra el enemigo, contra su capitán, porque urge salvar in extremis a su pueblo indefenso, víctima de una voracidad agresiva. 

Como se conmueve el universo, también el profeta se siente sobrecogido ante la marcha amenazadora de Dios, aun comprendiendo que Dios responde a su petición inicial. Derrotado el agresor, el Señor restablece la fecundidad de los campos, y el profeta exulta con el triunfo de su Dios y de él recibe poder. 

Como canto de victoria o epinicio, este poema se coloca al lado y a la altura de Ex 15 y Jos 5; por el tema se emparenta con los salmos 18 y 68. Su maestría son las imágenes, que sintetizan el rasgo realista con la visión trascendente. El mundo, sin perder evidencia, se ahonda en manifestación; la naturaleza se moviliza en la historia. El texto presenta no pocas dificultades de lectura e interpretación. 

3,2 "He visto": con una ligera corrección. Escuchar y ver sintetizan la actividad del profeta. Que el Señor realice su acción y la haga percibir en medio de la historia, sin diferirla a un futuro indeterminado. Los años de la opresión del pueblo eran tiempo de cólera divina: que la compasión ponga fin a la cólera (cfr. Sal 30). 

3,3 La venida desde el sur puede aludir al Sinaí o ser motivo autónomo: véanse Sal 68,18 y Dt 33,2. A una manifestación de la gloria de Dios como esplendor (Ex 16,10) responde la tierra con la alabanza. 

3,4 La primera sensación es luminosa y paradójica: un esplendor que alumbra y deslumbra, irradiación que revela y vela. En medio del fulgor se aprecia apenas una mano radiante y poderosa. 

3,5 Como escolta maléfica y protectora, dispuesta a ejecutar sentencias de castigo. Recuérdense la peste amenazada en 2 Sm 24 y los peligros de Sal 91,6. 

3,6a La eficacia del verso está en la concisión. Hemos visto avanzar al guerrero incontenible. De repente se detiene, y el brusco frenar la marcha provoca una sacudida telúrica, como si toda la tierra se hubiera acompasado a su ritmo gigantesco. Una mirada del gigante pone en fuga multitudes de naciones. 

3,6b Las montañas representan lo ancestralmente sólido y estable de la tierra; además el dorso de las montañas forma la calzada cósmica de Dios (Am 4,13; Miq 1,3). 

3,7 "Agobiadas": dudoso. Creo que el poeta describe el efecto de un viento huracanado barriendo la estepa con los campamentos nómadas (cfr. Is 21,1). 

3,8-11 Descripción de una tormenta. Comparándola con Sal 18,8-16 y Sal 77,17-20 se podría apreciar la maestría y riqueza imaginativa de los tres autores. 

3,9 En un texto dudoso conservo dos verbos aliterados y tomo del griego la "aljaba". Las saetas son tradicionalmente los rayos. El aguacero violento abre cauces y forma torrentes impetuosos y efímeros, "hendiendo" la superficie. 

3,10 El océano responde a la lluvia desatada: lanza un grito y levanta las manos en gesto de súplica rendida. Podría aludir a la lucha primordial contra el caos. 

3,11 La tormenta oscurece espesamente el universo. Sol y luna se esconden amedrentados ante los rayos y relámpagos, flechas y lanza del Señor. 

3,12-13 La oposición "el malvado / tu pueblo" responde al eje de la profecía (1, 4.15). El pueblo honrado no entra en el juego del poder y la violencia, sino que aguarda confiando en el Señor. La "casa" del malvado, arrasada de techo a cimientos, puede representar el centro de su dominio y el depósito de sus rapiñas. No esperábamos aquí la mención del Ungido, que es el rey davídico. 

3,14 Verso difícil. Creo que el autor sorprende el momento extremo de la liberación, cuando el agresor gozaba ya de su fácil triunfo, cuando se iba a tragar a su pobre víctima. "Sus" dardos se vuelven contra él. 

3,15 Derrotado el agresor y salvado el inocente, el vencedor se retira cabalgando majestuosamente. 

3,16 El profeta se contagia del temor y temblor general, como en casos semejantes: Is 21. 

3,17 La síntesis de guerra y desolación o su opuesto, paz y fertilidad, no es rara: Sal 65; Jr 4,19-26; 14,1-10. 

3,18 Después de la agitación, el profeta expresa su júbilo; como al principio, cólera y compasión. 

3,19 El profeta pronuncia las palabras de un rey: Sal 18,34; véase también Dt 33,29.

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