jueves, 1 de mayo de 2014

HABACUC. INTRODUCCIÓN. LA OBRA.



Ningún profeta como Habacuc se ha asomado a la escena internacional de las grandes potencias, preguntándose por la justicia de la historia, y se ha remontado desde ahí a contemplar la soberanía de Dios. La construcción del libro es a primera vista clara y sencilla: 

1,2-4 El profeta clama al Señor en una situación trágica. 

1,5-11 Dios le responde describiendo una potencia militar. 

1,11-17 El profeta, no satisfecho, objeta e interroga a Dios. 

2,1-5 Dios, tras una dilación, responde enunciando un principio. 

2,6-20 Copla de los cinco ayes, que entonan los pueblos oprimidos por la caída del agresor. 

3,1-19 El profeta canta un himno al Dios guerrero y termina profesando su confianza. 

En esta construcción hay que apreciar el dramatismo del diálogo, que no es puro recurso retórico; sino forcejeo y tensión. Hay que notar también el juego matizado del ver y escuchar, que podemos esquematizar así: 

Dios parece no escuchar (1,2), y antes de responder se hace esperar. Mira como si no viese, ve y se calla (1,13), como si lo que ve no hiriera su vista. El profeta es invitado a ver, no le basta enterarse de oídas (1,5). La visión profética, que en otros casos puede ser término convencional (1,1; 2,3) se traduce en ver y experimentar hechos históricos. Como respuesta a su problema, le ordenan mirar y observar la escena política internacional (1,5); viendo, tendrá que entender. El profeta se coloca vigilante: "para ver lo que me dice". Cuando le llega la palabra, recibe la orden de escribir, para que otro lo vea y lo proclame. También el lector moderno de estas páginas es invitado al juego de ver y escuchar; en otras palabras, leer y contemplar.

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